El órdago euskaldun |
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28/10/2011 |
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Corre el año 2.011. Euskadi Ta Askatasuna, ETA, anuncia un buen día de Octubre que abandona su particular violencia. Con esta anhelada decisión, descoloca a todos aquellos que estaban cómodamente instalados en el manido discurso antiterrorista. Les ha dejado sin argumentos, aunque exclamando qué bién por la boca pequeña de la contrariedad. Muchos destinos y negocios dependían directamente o inderectamente de ETA. El ser humano es un chacal a sabiendas. Ha aprendido a extraer beneficio de todo, Hasta de lo más inhumano.
Y ahora, adios a las armas. Adios a la policía con suplemento salarial por destino peligroso en la “guerra del Norte”. Adios a los periodístas que han hecho carrera por el mismo motivo. Adios a los servicios secretos pululando por las cloacas de las herriko tabernas. Adios al pleno empleo en los servicios de seguridad; a los numerosos guardaespaldas les aguardan ahora las filas del INEM como a cualquier camarero. Después de rebuscar a fondo en la mochila, a los políticos institucionales y tertulianos de pago solo les ha quedado el recurso de la desconfianza. Su palabra fetiche es disolución. No se creen, o no se quieren creer, la voluntad de ETA de abandonar definitivamente las armas. Aquí, en la España papanatas y aplaudidora de cualquier evento baladí, tildándolo enseguida de histórico, con tal de que esté bien orquestado, no parecen captar la auténtica dimensión de lo que está pasando en el País Vasco. Y se resisten a abandonar las páginas de sucesos para abrir las de la esperanza en algo distinto. Para variar.
Disolución. A nadie en su sano juicio se le ocurre que una organización armada, se llame como se llame, se autodisuelva sin saber el destino de sus militantes presos.
Este es el momento de los analistas de guardarropía. Abundan en los lugares comunes y los tópicos. Todo menos reconocer que la izquierda abertzale ha metido unos cuantos goles en la trascendental partida que se está jugando. Los otros partidos estaban distraidos con sus prospectivas electoralistas y demás zarandajas. Siempre pendientes de las encuestas y de salir lo más posible por la televisión. También están coaccionados por sus compromisos con las alturas de la peculiar Transición política española.
Ha sido un paso a paso de meses, en esta dinámica que ha desembocado en la firme promesa de paz- Primero fue un alto el fuego que resistió las detenciones y hasta alguna que otra provocación de las fuerzas del Orden. Luego llegó a Euskadi la Comisión verificadora de ese alto el fuego. Y finalmente, las organizaciones de la sociedad civil vascas convocaron una Conferencia Internacional. Por mucho que otros actores le quitaran hierro o se mostraran sardónicos y desdeñosos como el Partido Popular, lo cierto es que personajes del presigio politico como Kofi Annan, Gerry Adams, Bertie Ahern, Gro Harlem Brundland, etc, no acuden todos los días a cualquier invitación que se les haga. El órdago del mus politico por la paz tuvo el valor añadido del apoyo de Jimmy Carter, George Mitchell y Tony Blair. El paralelismo con la pacificación del Ulster es una evidencia que asimismo se ha querido soslayar reiteradamente por la versión oficial.
Aparte los sombríos intereses, en toda esta actitud obstructora hay una cantidad no desdeñable de malicia. Casi todo el mundo está celebrando el advenimiento de la paz, después de 43 años de sufrimiento y víctimas. En ese “casi” residual hay que incluir la recalcitrancia nacional de España-España: los ultras falangistopus (una protoespecie que no se resigna a su extinción) y las otras malas hierbas que siempre se oponen a cualquier avance social, sea el derecho al aborto, un matriarcado, la implantación del sistema métrico decimal o el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
Este es, a partir del cambio radical de estrategia de ETA, el auténtico problema que se plantea y que sin duda los poderes fácticos del Estado están barajando. “Antes una España roja que rota” es la tesis que manejan desde la victoria del integrismo franquista en los años treinta.
Bildu y su espectacular éxito electoral fueron el detonante que obligó a ETA a cambiar de registro. La coalición Amaiur, sin duda alguna, conseguirá o superará sus objetivos electorales en el tan simbólico 20-N. Y esa es la cuestión de fondo. El auténtico talón de Aquiles para la imperial y sacrosanta Unidad de España bajo palio. Porque si las fuerzas de la izquierda abertzale se multiplican democráticamente, la exigencia de un referéndum (que ya contemplaba antaño el Plan Ibarretxe) está cantada. Y luego, lo que venga. El mundo abertzale ha recogido, pues, el guante de la participación democrática a la que tanto se les ha exhortado. Se podrá estar de acuerdo o no, pero este es un proceso arrollador.
En el otro lado de la trinchera política se han ido quedando sin argumentos y torticerías legales o ilegales, para entorpecer la dinámica separatista; aunque los jueces han hecho lo que han podido y mucho más, para poner obstáculos a la marea reivindicativa. La monarquía borbónica es centralista porque en esa divisa reside su implantación en el poder. No se concibe un rey coronando un Estado federal y mucho menos aún confederal o bien plurinacional.
A nadie con perspectiva histórica se le puede olvidar que la autodeterminación de Euskadi fue uno de los motivos más cruciales para el golpe de estado militar del nacionalismo español en 1936. Así fue. ¿Volverían a las andadas? ¿Cómo piensan contrarrestar el movimiento actual en el mismo sentido? ¿Otro 23-F, o así? Ahora España ha firmado ser escudo antimisiles de la OTAN.
Una oportuna ilustración memorial del blog http://ruerepublique.wordpress.com:
espanoles-franco-ha-muerto
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